4 de octubre de 2007

Un bodrio



Estoy indignada.


Me pasé dos semanas leyendo de manera minuciosa, tomando notas sobre los acontecimientos, relatos enmarcados, tópicos, conexiones entre la obra y la vida de Cervantes, la presencia de rasgos de otros géneros literarios cultivados en la España medieval y renacentista (novela pastoril, picaresca, romances, mesteres), además de datos anexos y no menos relevantes como el perfil psicológico de cada uno de los personajes que tuvieron participación en la novela.

Quizás lo que más me pesa de todo ese estudio, es que aprendí... y por desgracia, no pude aplicar el conocimiento adquirido.

Pero supongo que para la persona que elaboró aquel control de lectura*, ha de ser más importante el poder memorizar el color del sayo que usó el primo del amo del escudero del caballero con el que luchó un amigo del Quijote, que conocer de manera cabal cada uno de los sucesos.

Realmente estoy indignada. Porque la evaluación de una obra trascendental no sólo en la literatura española, sino también en la literatura universal, fue reducida a 33 preguntas basadas en los primeros cuatro capítulos, las cuales se centraron principalmente en características de objetos mencionados una sola vez y que carecen de importancia e incidencia en el acontecer posterior.

Me pregunto dónde quedó la historia de Dorotea, de Luscinda, de Cardenio, de don Fernando, del manteo de Sancho, de la elaboración del bálsamo milagroso conocido como fierabrás, de la lucha encarnecida entre Don Quijote y los cueros de vino, la aventura de los molinos, el yelmo de Mambrino, del oídor, de su hija Clara y de don Luis, de Ruy Pérez de Viedma, sus peripecias y el modo en que fue libertado por Zoraida, quien se convirtió al cristianismo, la historia del cabrero, la novela intercalada llamada: «...del curioso impertinente», de cómo Don Quijote fue atacado por los yangüeses, del encuentro con los cabreros, de la muerte de Grisóstomo por desamores de Marcela, del enjaulamiento del Quijote, de lo acontecido en la Sierra Morena, de la misión de Sancho Panza de localizar a Dulcinea del Toboso para entregarle la carta de su enamorado, entre tantas otras que sí sé.

Sincermante, habría estado horas respondiendo un control que valiese la pena. No me hubiese importado la cantidad de preguntas ni la extensión de sus respuestas, si éstas se abocaran a lo que realmente representa la obra, pues si bien mi cultura literaria es escuálida aún, dudo mucho que un autor se pase años - otros, la vida- en redactar su obra cumbre, para que su lector ideal se memorice los objetos que están presentes en ella, prescindiendo -y a la vez desmereciendo- el argumento en sí.

Debo reconocer que al dar los controles de lectura, siento placer y mi avidez por el conocimiento se incrementa, independiente de cómo sea mi desempeño. Sin embargo, esta vez he quedado con una profunda sensación de vacío, con la idea de no volver a leer ediciones íntegras. En resumidas cuentas, el bodrio del día de hoy no hace más que generar una especie de mediocrización colectiva (el término 'mediocrización' no existe, pero se me ha antojado usarlo) y un aliciente a lo anodino.


De todos modos, nuestro hidalgo no tiene la culpa de ello... Y quizás después de lo de hoy, más le admiro.









1.- Los puntos suspensivos son para evitar redundar.
2.- Estoy pegada con la canción del quijote en monitos: Sanchoooo, quijote... quijoteeeee, Sancho.







* Por el estilo infiero que no fue la profesora del ramo, espero no equivocarme. De ser así, me decepcionaría mucho.