4 de abril de 2008

Sad song, sad song, doo, doo... (8)

Extraño mis mañanas de café, cigarros, Jack Kerouac y The Velvet Underground. Sí, sobre todo por las letras musicalizadas de «On the road» que añadían a mis lucubraciones pequeños matices de nostalgia por los días pasados, las noches de verano en Pelluhue en las que solíamos entregarnos a los brazos crapulosos de Dioniso, donde nada importaba, donde todos éramos uno y nada. Noches en las que salíamos a beber la luna, impregnando nuestros pulmones de Thc y nuestros labios de saliva, esperando el amanecer en un eterno ditirambo.



(Léase acompañado de la siguiente canción)



«...Y durante un momento llegué al punto del éxtasis al que siempre había querido llegar; a ese paso completo a través del tiempo cronológico camino de las sombras sin nombre; al asombro en la desolación del reino de lo mortal con la sensación de la muerte pisándome los talones, y un fantasma siguiendo sus pasos y yo corriendo por una tabla desde la que todos los ángeles levantan el vuelo y se dirigen al vacío sagrado de la vacuidad increada, mientras poderosos e inconcebibles esplendores brillan en la esplendente Esencia Mental e innumerables regiones del loto caen abriendo la magia del cielo. Oía un indescriptible rumor hirviente que no estaba en mi oído sino en todas partes y no tenía nada que ver con el sonido. Comprendí que había muerto y renacido innumerables veces aunque no lo recordaba porque el paso de vida a muerte y de muerte a vida era fastasmalmente fácil; una acción mágica sin valor, lo mismo que dormir y despertar millones de veces, con una profunda ignorancia totalmente casual. Comprendí que estas ondulaciones de nacimiento y muerte sólo tenían lugar debido a la estabilidad de la Mente intrínseca, igual que la acción del viento sobre la superficie pura, serena y como de un espejo del agua. Sentí una dulce beatitud oscilante, como un gran chute de heroína en plena vena; como un trago de vino al atardecer que hace estremecerse; mis pies vacilaron. Pensé que iba a morir de un momento a otro».

-En el camino, Jack Kerouac-

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