3 de julio de 2008

Apología al absurdo (Parte primera).-

Todos, en alguna medida, aspiramos a un absoluto. La mayor parte de los seres que conforman la humanidad se realizan interioremente a través de manifestaciones de amor, o en su defecto, de pequeños placeres esporádicos; otros, en tanto, se reducen al ensueño de la muerte, mientras que una cantidad ínfima -pero significativa- de personas, logran la concretización de la existencia por medio de la experimentación de la nada, del vacío imperecedero.

Suele ser recurrente pensar que quienes están sumergidos en el absurdo desean desaparecer, mas no es así. El absurdo no implica más que absurdo, por consiguiente, cualquier intención de llevar a cabo la eliminación de la sustancia corpórea no está contemplada dentro de los anhelos del alienado, por la sencilla razón de que éste, en su actual condición ontológica, ha desechado toda capacidad de apetencia, retención y reacción. El suicidio pasa a ser, en consecuencia, una idea volátil, una acción innecesaria que requiere de cierto grado de logicidad para ser efectuada con éxito.

En el absurdo nada es premeditado, ya que la racionalidad, paralelamente a la parte sensitiva, se disipa en la medida que uno se deja llevar por aquella vorágine nauseabunda. La enajenación no es sino una fuerza sublime que va apoderándose del espíritu progresivamente, una avalancha ígnea que recubre la totalidad de los sentimientos e ideas, alejando la existencia de la del resto, y de uno mismo, es decir, la bifurcación del yo. Para el hombre absurdo, tanto las nociones exactas como las afectividades se funden en el intersticio de la escisión, un espacio baldío que se abre entre la el ser y la nada: la cuarta dimensión del ser humano.

Frente a esta eventualidad se sostienen dos interrogantes que apuntan directamente a la vida del ente enajenado; una de ellas consiste en saber si es posible recobrar lo que se ha perdido en aquel pozo sin fondo, la otra, sobre la base de la primera, consta en la búsqueda de los mecanismos para ejecutarlo. ¿Acaso para ello habría que trascender las barreras de la absurdidad? Es probable.

6 comentarios:

  1. no concibo que alguien pueda llegar al punto de total alienación, creo que la "realidad" siempre permanece en nuestro subconsciente, a menos que exista un daño neurológico real...

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  2. Sí: todo es absurdo.

    Peor llegar a un grado de absurdismo extremo es algo como imposible. Aunque he estado cerca de ello (¡ay!).

    Efectivamente, para suicidarse, se necesita un valor, de lo contrario quitarse la vida es algo totalmente absurdo, igual o más que el acto de vivir.

    Buena entrada señorita.

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  3. Curiosa reflexión, aunque hoy en día gracias a la sociedad y a la fuerza de las masas (¿O debería decir "por su culpa"?) es difícil alcanzar dicho estado.

    Un abrazo.

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  4. q buena es esa frasede kurt cobain el tipico piscis trite,sensible,insatisfecho.soy una criatura voluble y lunatica "yo igual la uso como perfil .

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  5. Creeo que no se ha perdido nada en "realidad", la escencia del ente sigue en El...la verdadera disyuntiva es activar el mecanismo, que pondria en funcionamiento la caida vertical al vacio del pozo para llegar al absoluto.
    Disiento contigo en que la mayoria de los humanos llegan a una "realizacion interior" por medio de esos placeres esporadicos...ya que como tu los llamas, son "esporadicos", por lo tanto superficiales, lo que no le alcanza a la palabra interior para referirse a una realizacion...es mas a una realizacion """interior"""(hartas comillas de sarcasmo)...........

    Oveja.

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  6. Lo esporádico no siempre es superficial.

    ¿Qué hay de aquellos destellos de felicidad que algunos humanos experimentan?



    Demasiado romanticismo por hoy, puaj!

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Escupa.-