Ha de ser la sugestión provocada por mi lectura de «El tambor de hojalata» de Günter Grass y el desasosiego que me produce la soledad, pues vacilo entre el placer de sentirme libre de toda máscara y la angustia por haber perdido gente que en realidad apreciaba. Más encima se acerca la fecha de mi cumpleaños... Todo mal.
«Pero antes de que tocara mi hojalata solté el grito vitricida que dejó sin vidrios superiores las tres desmesuradas ventanas de la clase. Los de en medio cayeron víctimas de otro grito. El tibio aire primaveral invadió sin obstáculo la clase. Que de un tercer chillido eliminara los vidrios inferiores resultaba superfluo y hasta petulante de mi parte, porque ya al ceder los cristales superiores y de en medio
Dios sabe de dónde, como por arte de encantamiento, sacó la caña. En todo caso, es lo cierto que de repente estaba allí, tremolando en aquel aire primaveral que se mezclaba con el aire de la clase. Y a través de este aire mixto la hizo silbar, alentando su flexibilidad, alentando su hambre y sed de abatirse sobre la piel que revienta, alentándola a obsesionarse en el ssst, en la innúmeras cortinas que una caña es capaz de sugerir, en la satisfacción de ambas partes. Y la dejó caer como un trueno sobre la tapa de mi pupitre, de tal modo que la tinta del tintero pegó un salto violáceo, y al negarme yo a someter mi mano a los golpes, le dio un golpe a mi tambor. ¿Cómo se atrevía ella a pegar? Y si quería hacerlo, ¿por qué había de ser a mi tambor? ¿No había detrás de mí picaros despabilados en cantidad suficiente? Entonces, ¿por qué, precisamente, a mi tambor? ¿Cómo era posible que una señorita que no entendía nada, pero absolutamente nada del arte del tamboreo, se atraviera a atentar contra mi tambor? ¿Qué le brillaba en la mirada? ¿Cómo se llamaba la bestia que quería pegar? ¿De cuál parque zoológico se había escapado, qué clase de alimento buscaba, de qué andaba en celo? Óscar se creció: algo penetró en él subiendo de no sé cuáles profundidades a través de las suelas de sus zapatos, a través de las plantas de sus pies; se abrió paso hacia arriba, ocupó sus cuerdas vocales y le hizo emitir un rugido que habría bastado para dejar sin vidrios una magnífica catedral gótica de bellos ventanales luminosos y refringentes.
Produje, en otros términos, un doble chillido que pulverizó literalmente los dos lentes de los anteojos de
En que tormento se sume la bestia cuando su territorio es violado, su silencio destronado y su aire consumido.
ResponderEliminarPonle llave a tu puerta...y algo asi:
"Despojaos de esperanza y tranquilidad, perversos, si por sus ideas se entrecruza la de cruzar el umbral"...o algo asi...tu sabes mas de literatura.
Oveja.
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ResponderEliminarCon respecto a mi escrito, también está esa canción de The Bolshoi "Sunday Morning", todo mal.. jeje. Espero que todo esté mejor y ve el día de tu cumpleaños como una posibilidad de tocar el tambor.. ya sabes, que se alegre el corazón. Saludos para ud. :)
ResponderEliminar"Vacilo entre el placer de sentirme libre de toda máscara y la angustia por haber perdido gente que en realidad apreciaba". Eso es la soledad, sin más.
ResponderEliminarMe apego completamente a los términos con los que la definiste.
Por cierto, leer antes de dormir es peligroso. Puede crear sueños verdaderamente espantosos.
La película me pareció tremenda, quiero ya toparme con el libro.
ResponderEliminarUn saludo, por otro lado.
Adelante por la intromisión…
ResponderEliminarAbrazos malditos…
www.severaemancipacion.blogspot.com
Genial libro...
ResponderEliminarescupo al piso, para proponerte tocar el tambor un ratito
ResponderEliminaren la acera aver si nos animamos un momento
quien sabe
quizas ocurra algo magico