Mi nombre es María Paz Urrejola y me siento motivada en este momento. Podría decir que mi estado de ánimo varía según las fases lunares, pero la verdad es que cada minuto es una sensación distinta, una experiencia digna de olvido, como todas.
A menudo me odio, eso no es nada nuevo. A menudo odio al resto de las personas, que tampoco es novedad.
Hay días en que salgo en la bici deseando que pase un camión encima y haga de mí un montón de carne molida, cosa que salga económica la compra del féretro o, en su defecto, pueda servir como materia prima para la elaboración de empanadas de pino. Hay días en que fantaseo con la muerte, como también hay días en que la evito: he comprobado que el instinto de sobrevivencia es mayor que el anhelo de desaparecer.
Todo es una quimera. Ya no tengo grandes anhelos y hasta cierto punto eso es bueno.
Siempre se me ha criticado por pesimista, pero... ¿acaso no es mejor esperar lo peor de las cosas, para así no sufrir por algo que sabíamos que podía ocurrir y que, sin embargo, nos lo negábamos bajo los subterfugios típicos del optimismo?
Al final ni sé lo que he pretendido decir, supongo que sacaré al aire la volá de la prosa espontánea... para no sentirme tan penca como narradora JOJ.