29 de agosto de 2012

Atsuko Maeda



Cuando escuché sus canciones como solista por primera vez, experimenté una tranquilidad inefable; como suelo estar atormentada por a, b o c motivo la mayor parte del tiempo, sentí una especie de agradecimiento hacia aquella persona que logró calmar al monstruito por media hora.

Tengo el horrible defecto de encariñarme con las personas, personajes, objetos o situaciones. Cada vez que termino un libro, lloro; cada vez que veo una película, lloro; cada vez que me alejo de alguien, lloro; cada vez que pierdo algo, lloro; lloro cuando muere alguien en una serie de ANIME y lloré para la graduación de Acchan.

Cuando no sabía de la existencia de la música japonesa, miraba con desdén esa admiración casi devota hacia simples mortales. Pues bien, me he equivocado. Los que escuchan "música con contenido" también le chupan el pico a sus artistas preferidos, es cosa de ver a los fanáticos del idiota de Noel Gallagher o del viejo roñoso de Bob Dylan (con ese comentario me gané el odio de mucha gente).


Kill your idols, decía sonic youth...

Pero yo soy porfiada y si no es lo uno, es lo otro.

Estoy hablando cuestiones inconexas, justificando mi desencanto hacia los temas asdajkhfjshfjkHDJAHDUahsa y el apego hacia cosas más banales, como el pop japonés. JO.
Buta, me fui para otro lado y ya ni me entiendo.

La cosa es que me gusta Atsuko Maeda. 









Una de mis canciones favoritas: