17 de agosto de 2013

¿Por qué no te amé? O de la política de cookies

Enciendo un cigarro y respiro para contener el desasosiego que me provoca el torrente impetuoso de palabras que no puedo asir y que se licuan en la masa amorfa que tengo por cerebro. Le llaman déficit atencional. Yo le llamo abulia o esplín, desencanto de la vida, futilidad, vacío, la nimiedad hecha emoción.

Mentira, es aridez neuronal y un poco de tristeza, algo que se puede encauzar con voluntad. VOLUNTAD.

Conocí a alguien a quien no amé y que obligué a partir para no mortificarme. Ese alguien desapareció hace un par de años y de repente tengo noticias suyas -que no quiero saber para no volver a cuestionarme: ¿por qué no te amé?-

He dejado pasar la vida frente a mis ojos, como el cadáver del que habla el proverbio judío. Tengo 25 años y una carrera que saqué a duras penas, porque nada de lo que comienzo lo puedo culminar o preservar. Todo lo valioso se escabulle. Es una regla vital.

Los anhelos, la esperanza, la compasión, la empatía, el sacrificio, el remordimiento son quimeras regurgitadas desde el útero ponzoñoso de la moral judeocristiana. Son fetos muertos ensalzados por bocas famélicas de un por-qué-vivir. Manga de necrófagos e ilusos.






Yo creo que la prosa espontánea de Kerouac era un mero artificio para soslayar una severa falta de retención, mas le resultó. Fue "lindo". Lo que yo escribo en este blog es pura mierda retórica. Palabras sacadas a la fuerza para transcribir la náusea que constantemente produce arcadas en mi cabeza pequeña.