15 de mayo de 2008

Supe de un asunto que me dejó pasmada y sin esperanzas. Sin pretenderlo, he tomado una postura fatalista ante la situación de la cual acabo de enterarme, dejando salir a la luz el cúmulo de frustaciones que llevo sobre mis hombros desde que poseo uso de razón. A decir verdad, no ha sido fácil desprenderme de las secuelas que éstas han dejado en mi vida, lo que genera la catarsis inmediata al momento de padecer una nueva experiencia funesta, convirtiéndose ya en una práctica recurrente. Como sea, es otra de las ocasiones en que se me viene el mundo abajo, donde tomo real conciencia de los pocos alicientes que me van quedando y de la mierda de existencia que llevo. En resumidas cuentas, la lucidez nociva suele visitar mis pensamientos.

Esta especie de clarividencia no sólo se manifiesta en mis períodos de aciago, sino también en los de euforia desbordante. Para respaldar la percepción que tengo de la realidad, procuro aislarme de mi esencia, con el fin de lograr la objetividad que requiere el examen extrospectivo y así contrastar la noción que tengo sobre mi persona desde ambas ópticas... ¿El resultado? Una sensación que representa el híbrido entre la compasión y la vergüenza ajena.-





Perdón, creo que he estado perdiendo la coherencia y la cohesión.-

1 comentario:

  1. Como decía Dostoievski (sí, otra vez citando a dostoievski): ser conciente de muchas cosas es una enfermedad, una verdadera enfermedad.

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Escupa.-