...Best days.

La entrada de hoy no la dedicaré ni al cine ni a la literatura, sino a mí misma (parafraseando un poco el título de la obra célebre del viejo Whitman).
A la edad de 12 años supe por medio de un profesor, en la hora de orientación y consejo de curso, lo que era la autoestima. De inmediato comprendí que era algo de lo que yo carecía, o bien poseía, pero en cantidades microscópicas (si es que aquel abstracto pudiese ser medido objetivamente). A pesar de que en ese entonces mi vida no era del todo mala, pues practicaba deporte y éste resultaba ser la principal evasión de las materias mundanas que absorbían a los chicos que me rodeaban, jamás concebí las nociones que tenía respecto a la existencia... Entonces comencé a deprimirme.
Desde ese momento, hasta el día 3 de julio de este año, fecha en que intenté quitarme la vida ingiriendo una dosis no desdeñable de fármacos para tratar la depresión, había experimentado una angustia irracional que parecía perpetuarse a medida que conocía más sobre mí y el entorno. Las visitas a los psicólogos y psiquiatras eran cada vez más frecuentes, así como las crisis de las que era presa a cualquier hora y en cualquier lugar, aun si mi ánimo era óptimo en relación a mi deficiencia emocional...

¿A qué voy con esta escuálida e inconexa reseña?

Pues quiero llegar a lo que es mi actual estado, la reformulación de mi antigua concepción de la vida y el aprendizaje progresivo sobre la base de mis experiencias, es decir, la evolución que he tenido a partir del suceso que nombré en el párrafo anterior.
Porque desear la muerte no es lo mismo que mirarla a los ojos, sabiendo que pronto te cogerá del brazo y te llevará por una senda desconocida, sin poder retroceder para contemplar por última vez lo que estás dejando.
Sé que puede sonar cínico plantear toda esta visión de mundo como algo súbito y maravilloso, mas no es sino producto de un proceso interno en el que han intervenido fuerzas externas como el apoyo de la familia y los amigos, los verdaderos.
No veo la vida color de rosa, pero he aprendido a aceptar mi naturaleza, a darme ánimos cada vez que sea necesario y a no decaer por nimiedades. Espero mantenerme así por mucho, mucho tiempo.


(Pido disculpas por mi redacción deplorable. Sé que bajo otras circunstancias habría escrito de mejor modo, pero las labores académicas me tienen al borde del colapso -broma-)