Me dicen que tenga paciencia, que se trata de un proceso en el que debo poner de mi parte y que de no ser así, no tendría sentido... he escuchado una y mil cosas acerca de ir al psicólogo, pero en realidad considero que no sirve de mucho, al menos en mi caso.
Estoy consciente de mi naturaleza, como también de las oscilaciones anímicas que experimento por su causa (o como consecuencia, tal vez), por lo que ya sé a qué atenerme cuando me vienen "los taldos" (crisis)... pues bien, no es nada nuevo.
Pensándolo mejor, no creo que el problema sea de los psicólogos en general, sino del tipo de terapia que algunos aplican y que no se adecua a mis necesidades, por consiguiente, abandono los tratamientos en la tercera o cuarta sesión. La última vez fue después de la primera.
Así es como he recorrido la mayoría de las consultas de la ciudad, no por voluntad propia, sino por recomendaciones del psiquiatra o de personas cercanas, quienes me repiten que es ABSOLUTAMENTE NECESARIO que acuda a un especialista, pero lo cierto es que no me dan deseos ni siento que valga la pena.
Además no me inspiran confianza. Sucede que me preguntan cuál es mi principal preocupación y cuando me dispongo a contestar, hay algo que me detiene, haciendo que me desvíe de la respuesta que quiero dar. Digamos que es la relación asimétrica entre psicólogo y paciente lo que me descoloca un poco, aunque prefiero esa distancia antes que la condescendencia lastimera.
En resumidas cuentas, me incomoda eso de sentarme frente a alguien para monologar. Me gusta el debate, el dinamismo, el conflicto...
¿O será que estoy puro hueviando y que no tengo excusa?