7 de mayo de 2009
Yo dudo
Nunca entendí bien esa metáfora del vaso medio lleno y medio vacío, en realidad no es que no la comprendiese, sino que no le encontraba sentido alguno. Si el vaso está medio vacío también lo está medio lleno y eso es lo que importa, que contenga algo... ahora si es vodka, mejor todavía.
Si me fijara en el vaso que está medio vacío estaría reparando en el aire que tendría que aspirar antes de beber la parte que conforma la mitad que está llena, ese aire puede producir flatulencia y al final todo es un caos, porque uno no puede andar eructando por la vida, aunque yo siempre lo hago y no es precisamente por sorber la mezcolanza de gases del recipiente en cuestión.
Pero volviendo al tema de los vasos, no hay nada más horrible que servir cerveza y que la espuma se desborde, pues al final se termina bebiendo menos que los que sí saben verter la cebada fermentada. Yo creo que por ahí va el dilema del vaso hasta la mitad, es puro resentimiento.
Es como la pregunta sobre qué es primero, si el huevo o la gallina. Qué interrogante más huevona; se pretende hacer filosofía a través de una fábula mal representada, además de considerar el hecho de que no hay gallo, no hay coito, no hay pollos. Es precisamente por esa clases de disyuntivas que los seres humanos se ven forzados a atribuir incluso los fenómenos más triviales a un ser supremo, o en el caso de los más escépticos, a alguna especie de energía que constituya la totalidad de la materia... una idea muy al estilo de Anaxímenes y del resto de los presocráticos.
A la postre, todas esas inquietudes pseudo-existenciales surgen para justificar las virulencias de la fe y la racionalidad de la técnica, por paradójico que suene, nos encontramos reducidos ante dos posibilidades: Dios y la ciencia. O lo uno o lo otro, sin dejar lugar para la duda imperecedera.
¿Por qué es necesaria la dualidad? ¿Acaso las cosas no pueden simplemente SER?