Y es así, lo que pasa es que yo me complico demasiado con las cosas, digamos que, las cuestiono, pero resulta que al final nada de lo planteado en mi mentecita de vesánica se lleva a efecto, puesto que los impulsos se interponen. Entonces debería dejar de pensar tanto y permitir que las vísceras hagan su trabajo, así me ahorro dolores de cabeza, lágrimas y maldiciones hacia mi persona; empero, no es fácil vivir de las reacciones que genera aquella "energía interna", no si está activada la capacidad de sentir culpa. Ser presa de los remordimientos es la peor cosa que puede haber. Cuando uno sabe que no ha hecho lo correcto o que ha atentado contra la integridad de otro, la idea no es sentir ese pulular constante del arrepentimiento, sino intentar hacer algo para remediar la mala acción... ello implica el uso del raciocinio.
Se supone que ambos extremos son perniciosos: cuando la vida entera es un impulso, todo sale mal, te enemistas con tus seres queridos, rompes más de algún objeto o, simplemente, te conviertas en un mar de llanto; por otro lado, vivir bajo una cúpula en la que todo está prolijamente estructurado, culmina con la mecanización de las emociones.
Me acuerdo de "cierta persona" cuando decidió que lo mejor era que terminase la relación y en sus argumentos mencionó algo como: "no me acostumbro al sufrimiento y cuando sufro, desaparezco", "estoy haciendo esto porque quiero evitar hacerme daño y de paso dañarte a ti", "lo he pensado bien... es mejor que no nos veamos en un tiempo". Lo peor de la situación, es que me lo dijo ni más ni menos que vía msn (esto último sonó incoherente, aunque quizá venga al caso ya que no tuve la oportunidad de advertir su actitud y, por consiguiente, no tomé el peso de lo que ocurría).
De sus aserciones sólo puedo inferir dos eventualidades: de un lado, puede que en realidad haya deseado sacarme de encima sin herir mi ego; de otro, la posibilidad (que es lo que creo por momentos) de que sí me hubiese querido, mas no se atrevió a dejar fluir sus sentimientos por temor a entregar demasiado y quedarse sin nada, así que prefirió cortar por lo sano. De todas formas, poco importa. Comprendí que concibe su existencia sobre la base de lo que dicta la razón, con lo cual no puedo debatirme pues lo "concreto" tiene todas las de ganar.
Pero de toda vivencia siempre queda una conclusión para aplicar en lo venidero, no por mucho razonar se evitan los problemas. Y si bien mi naturaleza es impulsiva, más vale seguir de esa manera antes que manipular los acontecimientos en relación a ensamblajes que tarde o temprano se van a desmoronar.
Después estaré como Tolstoi, diciendo:
"La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón."