17 de junio de 2010

Quiroquiroquiroga

Si bien he estado malísima para leer durante el último tiempo, ando pegada con un cuentista -el género que mejor cultivó- hispanoamericano, que en buen vulgar "le vuela la raja" a Cortázar, aunque más bien fue su "maestro", "mentor", "su papi"... jajajajaja, qué flaite. El hombre en cuestión es ni más ni menos que Horacio Quiroga.
Como todo gran escritor, su vida estuvo marcada por la tragedia: su padre se pegó un tiro a dos meses de haber nacido -dicen que fue accidentalmente-, mató sin querer a un amigo, su primera esposa agonizó ocho días tras haber ingerido veneno, lo dejó la otra mujer, tuvo problemas económicos, le diagnosticaron cáncer y se suicidó. Pero también tiene su lado "brillante", pues se dedicó a la extracción de yerba mate mientras estuvo radicado en la selva, vivió una temporada en París (el sueño del pibe, ¿no?), se hizo amigo de un sujeto de similares características a las de Joseph Merrick, frente al cual bebió un vaso de cianuro... obviamente murió.

Como en la sección "teoría literaria" del blog he dejado algunos decálogos/listados sobre cómo hacer literatura, pondré lo que dice Quiroga al respecto:

Decálogo del perfecto cuentista

I

Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.

II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII

Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.

X

No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.