Fue promovido por un grupo de chillanejos el año 2008 al Premio Nacional de Literatura. En sus poemas le escribió a la mosca, al canceroso, a Dios, e hizo una analogía con las plantas, “que nunca han sabido quienes son / y echan flores o espinas / o atrapan insectos / ellos están ahí simplemente / como yo en mi tierra”.
Es Sergio Enrique Hernández Romero, el famoso poeta, quien ayer falleció a las 20.15 horas en el hospital de Chillán, luego de haber permanecido en el recinto asistencial durante una semana, aquejado por una enfermedad que no pudo vencer, la diabetes, que a la postre le provocó una descompensación y su muerte. “Tuvo un compromiso respiratorio”, detallaron sus familiares más cercanos, lo que finalmente provocó el final, a los 79 años.
De acuerdo a datos entregados ayer a LA DISCUSIÓN por familiares directos del literato, había tenido un repunte en su salud, sin embargo se descompensó ayer, y finalmente dejó Chillán, el barrio bohemio de la estación de trenes que conoció en su juventud y donde se inspiró para escribir sus obras, dejó las aulas de la UBB donde los alumnos conocieron su talento, dejó ese caminar lento y mirada profunda, dejó sus libros de Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, los poetas malditos, a los que tanto quiso emular cuando recién se iniciaba en el mundo de las letras. De echo, tenía un cuadro con la imagen de Baudelaire en el living de su departamento en edificio Claudio Arrau, cuando vivía en él, al cual siempre miraba como inspiración.
Deja dos hermanos, Ángel y Marta, quienes junto a otros familiares ayer hicieron los trámites de rigor para llevarlo a la Parroquia San Vicente, donde sus restos serán velados hoy. La calle Arturo Prat se llenará de seguidores de Hernández, para despedir a un hombre sencillo, que siempre escondió su talento y que nunca se ufanó con lo mucho que había vivido y conocía.
Nació en 1931, estudió en la Escuela México y en el Liceo de Hombres, y se recibe de Profesor de Estado en Castellano en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Luego realiza estudios de postítulo en el Instituto de Cultura Hispánica y en la Universidad Central de Madrid. Además, fue miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua, de la Sociedad Chilena de Estudios Literarios y socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile.
Su producción literaria se recoge entre otros “Cantos de pan” (1959), “Registro” (1965), “Ultimas señales” (1979) y “Adivinanzas” (1998). Además escribió una notable autobiografía, “¿Quién es quién en las letras chilenas?”.
ESTÁ BIEN Está bien
está bien
todo está bien
sólo que el hambre mata niños
y en la oscura humedad
crecen los muertos
y sin embargo está bien todo
y es grato haber llorado entre cipreses
embriagarse de tiempo
refrescar con amigos y cerveza
las blancas noches de verano
anclar el corazón en algún puerto
incorporar un poco de sol
al alma que habitamos
entretejer de amor
las noches y los días
y sobre todo pensar
que aún pertenecemos
a esta pequeña parte de la muerte
que hemos llamamos vida.
Sergio Hernández (Chillán 1931).
Porque nunca se vendió, porque cuando sus pares migraron a la capital para buscar fama y fortuna él permaneció en su ciudad natal, porque nos iluminó con esa lírica austera y fastuosa que sólo de un corazón como el suyo podía emanar, porque simplemente fue ÉL.
Y qué más... era gay... nuestra profesora Berta, jefe de escuela, que era su íntima amiga, le decía cuando peleaban "¡maricón de mierda, te grito la vida!"