18 de julio de 2015

¿Podré ser persona alguna vez?

Hay una situación o estado (a estas alturas ni siquiera me da el seso para identificarlo) que me produce reconcomio y una aguda ansiedad frente a la vida: mi escasez de talento, mi condición de "la nada hecha ser viviente". En resumidas cuentas: la eterna sensación del fracaso.

Me siento alienada de mis propias ideas, de mis propios sentimientos. Hay una gran bola de fuego en mi estómago, una náusea recalcitrante que se empecina en arder cada temporada, enrostrándome la miseria de la cual soy presa -y que yo misma genero-.

¿Podré ser persona alguna vez?

Si al menos pudiese recordar lo que leo, me disociaría gustosa de este sentimiento agónico.

En este momento, sí, en este preciso instante, me autodedicaría "rata de dos patas", porque me siento cero aporte al mundo, pero lo peor de todo, cero aporte hacia mí misma. No obstante, dejaré (obviamente para mí misma) algo de Juan Luis Panero. 


Epitafio frente a un espejo

Dura ha de ser la vida para ti,
que a una extraña honradez sacrificaste tus creencias,
para ti, cuya única certidumbre es tu recuerdo
y por ello, tu más aciaga tumba.
Dura ha de ser la vida, cuando los años pasen
y destruyan al fin la ilusa patria de tu adolescencia,
cuando veas, igual que hoy, este fantasma
que tiempo atrás te consoló con su belleza.
Cuando el amor como un vestido ajado
no pueda proteger tu tristeza
y motivo de burla, de piedad o de asombro,
a los ojos más puros solo sea.
Duro ha de ser para tu cuerpo ver morir el deseo,
la juventud, todo aquello que fuiste,
y buscar sin pasión tu reposo
en la sorda ternura de lo débil,
en la gris destrucción que alguna vez amaste.
«Es la ley de la vida», dicen viejos estériles,
«y nada sino Dios puede cambiarlo», repiten,
a la luz de la noche, lentas sombras inútiles.
Dura ha de ser la vida, tú que amaste el mundo,
que con una mirada o una suave caricia soñaste poseerlo,
cuando la absurda farsa que tú tanto conoces
no esté más adornada con lo efímero y bello.
Dura ha de ser la vida hasta el instante
en que veles tu memoria en este espejo:
tus labios fríos no tendrán ya refugio
y en tus manos vacías abrazarás la muerte.