11 de septiembre de 2009

Palabras de Julien Sorel durante el juicio que lo condena a la guillotina



-Señores jurados: el horror por el desprecio, que creí ser capaz de afrontar en el momento de la muerte, hace que tome la palabra. Señores, no tengo el honor de pertenecer a su clase; en mí ven ustedes a un aldeano que se ha rebelado contra su mezquino porvenir.
No les pido ningún favor -continuó diciendo Julien, con voz cada vez más firme-. No voy a hacerme ilusiones, me espera la muerte: será justa. Puede que haya atentado contra la vida de la mujer más digna de respeto, más digna de alabanza, que existe. La señora de Rênal se había portado como una madre conmigo. Mi crimen es terrible y fue premeditado. He merecido, pues, la muerte, señores jurados. Pero aun cuando fuera menos culpable de lo que soy, veo a hombres que, sin pensar en la piedad que pueda merecer mi juventud, querrán castigar en mí y escarmentar a ese tipo de jóvenes que, habiendo nacido en una clase inferior y en cierto modo oprimidos por la pobreza, tienen la dicha de lograr una buena educación, y la audacia de en eso que el orgullo de la rica llama sociedad.
Ése es mi crimen, señores, y será castigado con tanta mayor severidad cuanto que, de hecho, no estoy siendo juzgado por mis semejantes. No acierto a ver en los bancos de los jurados a ningún campesino enriquecido, sino únicamente a una serie de burgueses indignados...


Así es como terminan los héroes