7 de noviembre de 2009

August Strindberg (una entrada un "poquito larga")


August Strindberg es de esos autores que entrañan algo más que una supuesta exégesis de su producción literaria. Sus obras están abiertas a la polisemia, dada la enorme cantidad de símbolos que se manifiestan y hacen recurrentes, la aparición de personajes arquetípicos, el dinamismo de la acción dramática debido a la constante tensión entre los tópicos que aplica en ella, así como el uso de expresiones que denotan el espectro anímico del narrador (el que suele ser extradiegético en la mayoría de los casos).

Pero la fuerza de su literatura no sólo proviene de su conocimiento teórico y vivencial, que de por sí dan vida a la forma artística, sino que además recibe el influjo de una personalidad resquebrajada por la paranoia y la impulsividad. Una prueba de esto último reside en su vehemencia para abordar los temas de la feminidad, que derivó desde el feminismo radical hasta la misoginia.

Es precisamente ese caos espiritual el que revolucionó la dramaturgia de su tiempo, al transportar el carácter realista/naturalista del teatro a un nivel meramente psicólogico, en el cual predominan las luchas internas con el pasado y todo lo que éste compone, revelando pequeños atisbos de tragicidad y/o conciliación. Lo trágico pasa a ser una fase insoslayable de esta dialéctica para alcanzar la comunión personal.

Las nuevas formas de dramaturgia impuestas por el escritor sueco fueron las precursoras de tendencias como el teatro de la crueldad y el teatro del absurdo. ¡Qué hubiera sido de Antonin Artaud sin Strindberg!


A continuación dejo fragmentos de un par de obras dramáticas:



«EL EXTRANJERO: no, pero cómo se enmarañó todo aquí, nuestros destinos con los destinos de los demás...
EL TINTORERO: sin duda ocurre lo mismo en todas partes
EL EXTRANJERO: sí, en todas partes es igual... cuando uno es joven ve cómo se monta el telar: los padres, la familia, los camaradas, las relaciones, los criados representan los hilos de la cadena; la trama aparece más tarde, a medida que la lanzadera del destino va y viene; a veces el hilo se rompe, pero vuelve a anudarse, el telar marcha sin cesar, las líneas se esbozan y la tela se alarga. Cuando uno envejece y los ojos por fin aprenden a ver, se advierte que todas esas líneas forman un dibujo, un ornamento, un monograma, un signo que no era posible descifrar antes y que es nuestra vida (pausa. Se levanta). Mira, ahí, entre esos trastos viejos está el álbum de fotos de la familia (se dirige hacia la derecha y recoge un álbum). En este libro están encerrados nuestros destinos (...)»

- La casa incendiada-


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«EL ESTUDIANTE: (...) era un domingo por la mañana, miré por la ventana, ¿y qué vi? Un coronel que no era coronel, un noble benefactor que era un bandido y se vio forzado a ahorcarse. Vi también una momia que no era una momia, y una virgen... A propósito, ¿dónde hallar la virginidad? ¿Dónde hallar la belleza? En la naturaleza, en mi imaginación cuando se viste con sus mejores galas domingueras. Y el honor y la fidelidad, ¿dónde están? En el teatro, en los cuentos de hadas y los espectáculos para niños... ¿Dónde existe algo que cumpla con sus promesas? ¡Sólo en nuestros sueños, en nuestra imaginación! Tus flores me envenenaron y ahora te enveneno a ti (...)
Hay venenos que enceguecen y otros que nos abren los ojos. Yo he debido nacer con los ojos abiertos, pues no puedo confundir la belleza con la fealdad ni el bien con el mal (...)

La joven se desploma, como herida de muerte, pero alcanza a tocar la ventanilla. Entra Bengtsson.

LA JOVEN: ¡Pronto... el biombo... me muero!

Bengtsson trae el biombo y lo coloca delante de la joven

EL ESTUDIANTE: ¡Se acerca la liberación! ¡Bienvenida seas, tú, tan dulce y pálida! Duerme, hermosa mía, alma infortunada, inocente, tú que sufres por la culpa de otros, duerme con un sueño sin sueños y cuando despiertes nuevamente, que te salude un sol que no quema, una morada sin polvo, amigos sin dobleces, un amor sin tacha (...)»

- La sonata de los espectros -