26 de febrero de 2015

Desvarío de los 27

Hoy es mi cumpleaños número 27 y, como es común, se asoman las añoranzas de tiempos pretéritos, esa puta nostalgia hacia una época en que no tienes idea sobre qué chucha es el vacío existencial.
Recordé que fui criada como Quico, es decir, como una niña consentida a la que se le quiere dar lo mejor, a la vez en que se le protege del pernicioso entorno. No hay pariente que no me saque en cara, a día de hoy, que me criaron como la niñita de mamá, sin saber qué era pasar necesidades... pues bien, la otra parte:

Mi madre se volcó en mí porque dos meses antes de nacer murió mi abuelo (el único que creyó en ella y la ayudó a salir del hoyo, al pagarle la prueba de admisión a la universidad), mi viejo se comportó como un conchadesumadre durante toda mi gestación y, encima, la seguían los de la CNI (dado que, con guata y todo, no se perdía los panfleteos y mítines). Ya, eso por un lado.

Más adelante, si bien nunca viví la pobreza, no permanecí aislada de la realidad: pasé los primeros años de enseñanza básica en la escuela en que Maire trabajaba. Supe lo que era tener piojos (de hecho hasta me relajaba), tomar la lechita de la junaeb (que siempre me ha gustado), ver cómo algunas compañeras se desmayaban porque iban a clases en ayunas, etecé; en síntesis, aprendí a sentir empatía. Mi escasa conciencia social, actualmente, es consecuencia de una leve misantropía, nada asociado con ser facha.

La etapa en la escuela D-247, ex Grupo Escolar, fue la mejor de mi vida. Facebook me ha hecho saber que muchas de las que fueron compañeras de curso, están bien. No obstante, hace un par de años me encontré con mi ex profesora de básica y me comentó que una de ellas había muerto... aún no sé quién fue.

En 1998, tuve un paso fugaz por un colegio particular, pero el evidente clasismo  de los pendejos me saturó y decidí retornar a la trece.

Sexto y séptimo básico fueron años felices. Hice amistades y llevaba buenas notas. Mi autoestima era más que aceptable.

Cuando entré al Colegio de la Purísima Concepción, comenzó la agonía emocional, la cual abordar algún día.

A lo que quiero llegar, es que se ha generado mucho prejuicio en torno a mi vida... y la gente no sabe lo invalidante que es tener una grieta en la cabeza.

Ahora me bajaré de la micro, me dirijo a mi nueva casa.